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Foto del escritorSergio Gramajo

Tres estaciones

El escritor Sergio Gramajo lee Con V de Villera (Evaristo Editorial, 2019) de Lula Comeron, novela finalista del Premio de Novela Sara Gallardo.



“Si yo fuera millonario, compraría una villa”, dijo alguna vez un superhéroe quemero. Y si yo fuera Dios, le regalaría la Villa Caracol que Lula Comeron dibujó con su trazo poético y visceral, en una novela urgente.

 

Con V de Villera, de Lula Comeron, mantiene un ritmo poético difícil de lograr en una novela. La acción tiene dos costados, el de los tiros y los besos, la cumbianrol y el desfile de personajes que lejos de esconderse, salen a la luz con fuerza propia a pesar de, en algunos casos, su inmaterialidad. Y por otro lado, la acción del lenguaje. Ese ritmo poético que va y viene como en una pista de skate, y que pone a la historia un escalón más arriba en el oficio de escribir. Lula no escribe bien, te caga a besos con su escritura, que es a lo más alto que puede aspirar un texto, según mi humilde manera de ver y leer las cosas.

 

Se ha escrito hasta el cansancio sobre los desdoblamientos en la literatura: “Jekil y Mr. Hyde”, “Dorian Gray”, “William Wilson”, “Borges y yo”, etc. En la novela de Lula, su Chavela se desdobla y desdobla a su Marquitos, que es él o es “Mi bien”, y ahí lo “abstracto” de algunos personajes, lo inmaterial que lejos de escurrirse, se planta, se para de manos.

 

En este libro hay muchas verdades, pero la que más duele es la de los pibes que faltan porque la yuta los mató:

 

“Me habla de mi búsqueda romantiloca, de los pibes que desaparecen en el camino y de los otros tantos que aparecen enterrados”

 

Quien no tenga fe, que se abstenga de la lectura, de esta y de cualquiera. Chavela sabe que tiene que tener fe, por eso cumple su destino de pasillos, murga, cumbia, rock y máquina de coser. Besa y dispara con la misma boca que come o dice “Mi Bien”.

 

Con V de villera no es una novela, es un carnaval, con sus tambores, luces, banderines de colores y pasos estrambóticos volando por los empedrados de la noche.

 

Con V de villera es mucho más que un libro. Es la palabra que lo condensa todo, una especie de Aleph, pero de poesía.

 

Empecé a leer la novela de Lula en el tren: de Padua a Morón. Tres estaciones. Lo que dura mi viaje. Confieso que un par de veces me rescaté estando en Liniers, en Caballito.


Me daba por pensar que el libro tenía algo de eso. Digo, subirse en algún lugar, pero bajarse andá saber dónde. Hay un ambiente entre onírico y nebuloso. Como si los personajes de la historia caminaran entre el humo de un mundo apocalíptico (no “post” apocalíptico, porque es justamente lo que sucede en la novela: lapocalípsis):

 

“El hotel sin huéspedes que es mi casa está lleno de música y perfume a pólvora, áspera y pegajosa, imposible de borrar”.

 

Es viernes. Abro la novela en el andén de Padua. El señalador está ubicado en el último capítulo. El tren viene hasta las manos. Igual sigo leyendo como puedo. A mi alrededor tres o cuatro personas tienen una conversa. Se mezclan entre los personajes de Lula y ya no sé si lo que pasa en el tren es menos real que lo que estoy leyendoescuchando.

 

Cierro el libro en el final. Respiro. Suspiro. Me paso la mano por el pecho. “Cómo te quiero, Lula”, pienso. Después puteo porque el tren abre las puertas en el andén de Villa Luro.



 

SERGIO GRAMAJO

Es actor, narrador, poeta y profesor de literatura.

Trabajó como ayudante de zapatero, limpiador de zanjas y patios, cortador de pasto, mandadero profesional, cargador de caca de gallina en camiones con doble acoplado, futbolista asalariado en campeonatos de la comunidad paraguaya de Laferrere, personal trainer, chef, repositor, niñero, asistente de dirección cinematográfica, profesor particular de latín y dibujo técnico, funcionario público, vendedor de hamburguesas vegetarianas, reparador de armas de fuego, ayudante de albañil, redactor de cartas de amor por encargo, consultor, cartonero, falsificador de documentos y portero de edificio, entre otras ocupaciones menos nobles.

Autor de los libros de poesía El Oficio de los Monstruos, Tiempo Marginal, y Veredas. Y de la novela Talón Rajado.


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