En este texto, Paz Solís Durigo se hace esta pregunta y analiza la respuesta que propone el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán en su novela La mirada de las plantas (Almadía, 2022).
por Paz Solís Durigo
Frente a un futuro que se asocia a la catástrofe, dos visiones alternativas destacan con fuerza en los discursos contemporáneos. Una de ellas está en boca de todxs: la inteligencia artificial. Máquinas inundan nuestra literatura, aplicaciones crean para nosotrxs fotos y textos a imagen y semejanza de nuestros deseos. Del lado de la vereda de enfrente: la defensa y el cuidado del medioambiente. Imaginarios anti-cartesianos de los pueblos indígenas, la armonía entre todos los seres de la naturaleza hacia el Buen Vivir.
En La mirada de las plantas (2022), el boliviano Edmundo Paz Soldán plantea un escenario que pone a dialogar ambas alternativas: las opone, las fusiona, las confunde. No elimina su tensión, experimenta: la lleva al límite.
Inicialmente, la novela presenta una utopía: la ampliación de las conciencias puede ser posible sin la necesidad de consumir ninguna droga. La empresa brasilera Tupí VR financia la creación de un juego de realidad virtual, que debe simular el efecto alucinógeno que provoca el consumo de una planta llamada la “alita del cielo”.
Estamos ante el rescate de un ritual de origen ancestral con una mirada hacia el futuro, ante una recreación tecnológica de un estado al que se puede llegar de manera natural. En este pasaje, la experiencia abandona su función espiritual y asume una recreativa. Pero ¿sin peligro? En un guiño a la ciencia ficción de Bioy Casares, el experimento se ubica en un no lugar: en la frontera entre Brasil y Bolivia. Una zona en que se permanece anónimo, una que no se encuentra regulada ni vigilada. Una que, debido a las políticas extractivistas que el libro también denuncia, hoy está en vías de desaparición: la selva.
La novela desglosa este debate actual a través de las posturas opuestas de sus dos personajes centrales. Si bien está narrada en tercera persona, sigue la perspectiva de Rai (su protagonista) quien encuentra una incongruencia ética en la figura del “Compañero-Presidente”, cuyo nombre no se menciona pero entendemos que hace referencia a Evo Morales. Del otro lado, el Doctor Dunn (correlativo al Morel de Bioy) está convencido de que debemos estimarlo como “Héroe Mundial de la Madre Tierra gracias a sus iniciativas en defensa del medioambiente” (P.66-67).
Pero, no. La novela no reactiva viejas dicotomías, busca problematizarlas. Los debates en torno a lo indígena y al medioambiente se ramifican y alcanzan otros horizontes. Y, aunque de manera mediada, tampoco se silencia la mirada de denuncia de la naturaleza.
En esta selva en vías de desaparición trabaja Rai controlando a las personas que testean el experimento virtual cada día, hasta que se produce un quiebre. Ellas comienzan a observar y decir cosas por fuera de su voluntad. Una vez abandonado el juego, la experiencia lúdica amplía el campo perceptivo.
¿Realidad y experiencia virtual comienzan a fusionarse?
Todo se pone en tensión, todo se confunde hasta alcanzar una pérdida del control humano de la realidad, hacia lo que el Doctor Dunn llama un “nuevo régimen de verdad” (p.248). O, en palabras de Éric Sadin (2017), hacia una imaginación robótica (Sadin 2017): una imposibilidad de imaginar por fuera del capitalismo.
Rai prueba la máquina de realidad virtual desde la versión del Doctor. Así, comienzan a enredarse (conectarse) sus experiencias lúdicas y, también, sus sueños, sus memorias y sus alucinaciones más íntimas. Sus pensamientos, que antes se presentaban tan disímiles, ahora se confunden. Y, no sólo eso. El protagonista descubre que el algoritmo alcanza también a esta máquina y puede saquear de ella información para mostrarle, en cualquier aparato tecnológico, publicidades relacionadas a sus intereses y necesidades particulares ¿O son los intereses y necesidades particulares del Doctor? ¿Qué es verdad y qué no? Ya no está seguro.
Lo que en principio se presenta como una utopía, va tomando la forma de la distopía ¿Acaso este juego es una herramienta de ocio para quienes lo utilizan? ¿o es, en verdad, un proceso de subjetivación (Rolnik 2005) que incorpora en sus memorias lo que la empresa vende imponiéndolo como deseo real de cada usuarix?
En síntesis
¿es esta IA una nueva forma de colonización?
¿de cyber-colonización?
Aquello guardado en lo más profundo de su intimidad se vuelve información accesible, se hace carne en su lugar seguro, y se modifica (ya no a imagen y semejanza de sus deseos, sino de la oferta del mercado). Como el medioambiente, la mirada de las plantas se convierte en capital: monstruo.
Utopía, distopía, terror.
La novela abre, además, una tercera línea central de nuestro tiempo: la violencia de género (y sus nuevas formas de ser ejercida). Rai trabaja en el laboratorio para escapar de la ciudad, luego de protagonizar allí un escándalo de acoso sexual. En este no lugar (Augé 1993) sin control que es la frontera, repite su conducta ahora con la ayuda de una IA: deepfakes (que permiten poner la cara de una persona en otro cuerpo).
En esta tercera línea que la novela explora, la alita (en sus dos formatos) muestra los abusos y los saqueos hacia todos los cuerpos como primer territorio de defensa. No sólo señala la expropiación de nuestras intimidades. Contra la colonización, contra la neo-colonización, visibiliza un proceso de explotación que se inicia desde tiempos inmemoriales hacia lxs indígenas y sus territorios como unidad (como un mismo sujeto de derecho) y, que se replica hasta hoy en los abusos familiares que la alita también permite descubrir.
La mirada de las plantas lo ve todo. Tensiona las líneas discursivas centrales de nuestro tiempo con miras al futuro y nos ofrece derivas que analiza con minuciosidad. Es la versión de una respuesta eco-crítica profunda a esta pregunta:
¿es posible un futuro que combine
el respeto por la naturaleza con la inteligencia artificial?
PAZ SOLÍS DURIGO
Es Licenciada y profesora en Letras, y maestranda en Estudios Literarios Latinoamericanos.
El amor a las palabras de sus abuelos del litoral argentino la impulsó a aprender su lengua: el guaraní. Hoy, se dedica al estudio de la poesía en este idioma.
Se crió con el sonido de su padre misionero en Buenos Aires saludando a todo correntino, misionero o paraguayo que se cruzara: "mba'e la porte, chamigo". Pero su frase favorita era cuando él le avisaba que "en un sapy'aite" ya estaba la comida, y era mandioca, chipa o reviro.
Su verdadera pasión es la música. En 2023, publicó su libro de letras de canciones en guaraní y en español Contra todos los males (Avagata Kartonera, Asunción). Co-fundó y co-produjo los ciclos de literatura expandida Bajo el cielo la llama y Caña con ruda. Próximamente, Guaranga, su primera novela, saldrá publicada por Caburé Libros.
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